La promesa de Dixon, una historia de amor que guarda La Reserva de Punta Piedras

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Al pie de majestuoso Champaquí, la Reserva se muestra como el lugar indicado para el contacto con la naturaleza. Una historia de amor que se refleja en cada rincón enmarcan este lugar único ubicado en La Población, a 200 km de Córdoba.

Hay lugares que no se encuentran; se descubren. No se eligen con un clic; se sienten en un susurro. En el corazón del valle de Traslasierra, de la provincia de Córdoba, donde el tiempo parece haberse quedado a tomar mate contemplando el paisaje, existe uno de esos lugares. No es una hostería cualquiera. Es una promesa cumplida, una historia de amor con más de un siglo de vida, y la respuesta perfecta para el viajero que anhela un Reseteo Digital.

Todo comenzó con un suspiro. A finales del siglo XIX, Tomás Dixon, un joven irlandés, llegó para administrar campos y perdió el corazón ante Hero, la hija de la acaudalada familia Copello. El amor, sin embargo, no fue un camino de rosas. Para merecerla, Tomás emprendió una titánica prueba de amor: construir la casa más hermosa que el valle hubiera visto.

Los planos llegaron desde Europa, y en carreta, atravesando la geografía agreste, viajaron las maderas de pino tea, las cabreadas y la chapa que, más de cien años después, siguen contando la historia. Esta no es una construcción cualquiera; es un organismo vivo. Sus paredes esconden un secreto: una cámara de aire de 80 centímetros con rejillas de respiración donde anidan piedras de cuarzo gigantes. Este ingenioso sistema no solo «energiza» la casa, sino que regala un milagro térmico: los ambientes se mantienen siempre unos 10° más frescos en el verano cordobés y más cálidos en las frescas noches invernales.

Esa historia de amor fundacional no se extinguió. En los años 70, la casona se transformó en la primera hostería de La Población de la mano de Jorge Dixon y su esposa Rosalinda, quienes abrieron sus puertas para compartir no solo las habitaciones, sino las cenas, los cuentos y la esencia del lugar.

El destino tenía otro capítulo preparado. En el verano de 2010, Marilyn Petrazzini y Claudio Groppo, guiados por una revista, descubrieron el pueblo de la Población y, en un atardecer de esos que regala el valle, se toparon con la casona y su cartel de «se vende». Fue un flechazo. Un año después, la familia Groppo-Petrazzini emprendió la misión más loable: restaurar el alma de la casa.

Durante más de cuatro años, con un amor tan meticuloso como el de Tomás Dixon, devolvieron el brillo a cada piso de pino tea, a cada abertura. Adolfo Petrazzini, hermano de Marilyn, lideró una obra de arte que respetó cada suspiro de la historia mientras adaptaba el espacio para el huésped contemporáneo. Crearon 8 habitaciones con baño privado, un quincho de 70 metros cuadrados que invita a la cocina comunal y a la charla prolongada, y rescataron la pileta, ubicándola al pie del Cerro Champaquí para ofrecer una de las vistas más impactantes del valle.

Hoy, La Reserva de Punta Piedras no es un simple alojamiento. Es una póliza de seguro contra el estrés, una invitación a una desconexión estéticamente refinada.

Imagine despertarse con el trinar de los pájaros, no con la notificación del celular. Desayunar con pan y mermeladas caseras en la galería, mirando cómo la neblina se desprende de las sierras. Perder la noción del tiempo en una hamaca, bajo la sombra de un árbol de 80 años, con un libro y un mate como únicos compañeros. Recorrer las 2 hectáreas de parque, descubriendo rincones secretos que hablan de un pasado sereno.

Al anochecer, el ritual se traslada al quincho. El olor del asado se mezcla con las historias de otros viajeros, mientras el cielo se enciende en una paleta de naranjas, rosas y violetas. Aquí encontrará una conexión profunda: con la naturaleza, con la historia y consigo mismo.

Este es el lujo consciente que busca el viajero del siglo XXI. No se mide en hilos de sábanas, sino en la calidad del silencio. No se encuentra en un mini bar, sino en la magia de habitar, aunque sea por unos días, una casa que fue construida por amor y es sostenida por la misma pasión.

La Reserva de Punta Piedras https://hosterialareserva.com.ar/ no es un destino. Es una experiencia de reseteo. Y su historia, entre muros de pino tea y piedras de cuarzo, está esperando para entrelazarse con la tuya.

El verdadero viaje comienza cuando apagas el teléfono y encendés los sentidos. ¿Está listo para dejar de scrollear y empezar a sentir?

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