En 2011 llegamos a los correntinos Esteros del Iberá, el segundo humedal más grande de América y uno de los mejores destinos de América Latina para la observación de fauna silvestre.

Lo hicimos con un auto pequeño, dos niños también pequeños y grandes expectativas de inmersión en la naturaleza. Dormimos en la ciudad de Mercedes y al día siguiente, bien temprano, comenzamos a andar los 120 kilómetros que nos separaban de Colonia Carlos Pellegrini (a 350 kilómetros de la ciudad de Corrientes) donde hicimos base. Paramos en la preciosa Posada de la Laguna, con servicio de guías.


La primera sorpresa fueron las familias de carpinchos o capibaras, los roedores herbívoros anfibios más grandes del mundo, que parecen cobayos gigantes. Un adulto pesa unos 55 kilos, mide más de un metro de largo y 50 cm de altura.
Junto con la del Amazonas ecuatoriano y el Impenetrable chaqueño, esta fue para nosotros la experiencia más profunda con la naturaleza.

Ubicados en el corazón de la provincia de Corrientes, los esteros fueron un antes y un después en la conexión con el ambiente. Cuando visitamos el Gran Parque Iberá de 780.000 hectáreas (el Parque Nacional + el Parque Provincial), los yaguaretés (el mayor felino de América y uno de los mamíferos más amenazados de Argentina) habían desaparecido por completo y recién se iniciaban acciones para recuperarlos, junto a otros como la nutria gigante, el tapir, los pecaríes de collar y labiado, el oso hormiguero gigante y los guacamayos. Hoy, 13 años después, por allí caminan 21 yaguaretés y se han restaurado otras especies gracias al Proyecto Iberá que lleva adelante Rewilding Argentina.

Los esteros son un remanso en ebullición, valga la paradoja, que invita a la contemplación de la vida silvestre en su estado más puro y asombroso. Avistamos monos, carpinchos y un puñado de las 370 especies de aves que habitan el lugar, ciervos de los pantanos, osos hormiguero, yacarés y venados de las pampas. Qué más se puede pedir de este paraíso que la revista National Geographic ubicó este año entre los lugares turísticos más atractivos y atrapantes del mundo.

Contemplar, nada más
Una vez instalados en el lugar elegido, uno queda en las buenas manos de los expertos guías del lugar. Para romper el hielo y entrar de lleno en el mundo de los esteros, nada mejor que arrancar con un paseo en lancha para ver, bien de cerca, a uno de los símbolos de la región: el yacaré en sus dos versiones, overo (Caiman latirostris) y negro (Caiman yacare). Invisibilizados en las orillas de la Laguna, los caimanes apenas dejan ver sus ojos y narices mientras esperan, pacientes, que aparezca su comida. La dieta es carnívora: ingiere caracoles, crustáceos y peces.

Sin sacar las manos de nuestra embarcación, y sin impacientarse, es posible ver a estos animales como consiguen su alimento. Quietos, sin pestañear, esperan que la presa se acerque lo suficiente para que sus fauces se conviertan en la trampa perfecta y el plato del día esté asegurado. Es uno de los grandes espectáculos del lugar.


El paseo nos llevará, también, por el centro de la laguna desde donde uno deberá agudizar sus sentidos para no perderse el espectáculo. Infinidad de aves surcan el cielo de Iberá, todas tienen algo para llamar la atención, pero nosotros nos quedamos con dos especies que nos impactaron: una fue el Chajá grande y otra el Jacana. Al primero, lo vimos en una arbusto en medio de la laguna junto a un compañero y fuimos testigos de cuando rompió el silencio con el sonido que le da sentido a su nombre: “cha – já” y la hembra, al toque, contestó: “cha – ja – li”. Lo dicho, un espectáculo de este clásico del lugar que también se distingue por su tamaño, mide hasta 85 centímetros y por ello se destaca en el paisaje.

Nuestro otro elegido fue el Jacana, una zancuda que, al tener sus extremidades y dedos tan largos, puede caminar sobre la vegetación flotante buscando su alimento y, cuando algún peligro se acerca, puede despegar raudamente. En el Iberá, territorio de grandes extensiones de vegetación acuática, cuando uno ve a este animalito salir disparado, es porque un yacaré anda buscando comida y él, es uno de sus platos preferidos.


Esta nota fue nominada al Premio Pasaporte Abierto, que organiza la Organización Mundial de Periodismo Turístico. Se publicó originalmente en EnRedacción.com. LINK: La naturaleza manda en los Esteros del Iberá.





