El Nilo, el mítico río que dividía el mundo de los vivos y el de los muertos
Y un día, después de soñarlo tanto, navegamos por el Nilo, ese río mítico que vio el esplendor de un imperio y cuyas aguas dividían el mundo de los vivos del de los muertos. En una de sus márgenes, las tumbas; en la otra, los templos. ¡Cuánta sabiduría!
Sabíamos que la mejor alternativa para adentrarse en el corazón de Egipto es tomar un crucero de tres días y tres noches. Allá fuimos.
El paseo nos puso frente a los enclaves más importantes de la antigua civilización: a la necrópolis de Tebas, donde se encuentra el tesoro arqueológico del Valle de los Muertos, al Templo de Hatshepsut y hasta la monumental obra arquitectónica de Abu Simbel.
La experiencia nos sumergió en el pasado y en el presente y pudimos observar la vida cotidiana de quienes viven en las márgenes del río, que ayuda a mitigar el calor del desierto.
Egipto hoy está lejos del esplendor de la era de los faraones. Tiene una economía emergente y es la más fuerte de África, pero se palpa la pobreza y la informalidad en los cientos de vendedores ambulantes en todo sitio; hasta en el río. Nunca hacíamos visto algo así.
Los vendedores acompañan en lanchas y en algunos tramos al crucero para ofrecer bellísimos manteles de buenas telas a los turistas. Hacen la oferta desde abajo, tiran la mercadería hacia la cubierta del barco con una piedra que se eleva, regatean el precio a los gritos y, si estás de acuerdo, le tirás el dinero atado. La transacción está hecha. Entonces, saludan con la mano y una reverencia, y se van.