El día que me sentí como en la serie de Breaking Bad

Autor:

FeRe Duelli

Categoría:

Por FeRe Duelli (*)

La Paz, Baja California, México. El año pasado me casé con Mercedes, también descendiente de italianos, aunque sus antepasados son del Sur y los míos del Norte pudimos zanjar esas diferencias antiguas y unirnos en sagrado matrimonio.

Modo viaje
ILUSTRACIONES: FeRe Duelli.

Como viaje de bodas nos fuimos a México, queríamos estar mucho tiempo en la ciudad, y recorrerla; es de las cosas que más nos gusta hacer, y con mi flamante título de magister en urbanismo además me encanta sacar el pecho y elaborar opiniones sobre los significados de las ciudades y los porqués de cualquier aspecto urbano, ya sea real o no tengo una copia de mi título universitario en mi teléfono para mandar por WhatsApp como respaldo a todos mis datos. De todos modos, antes de abordar la mole pantanosa del reino azteca fuimos a la ciudad de La Paz, en baja California Sur, pensando que unos días de playa no nos vendrían mal. Un destino exótico para argentinos que por lo general eligen Playa del Carmen, Cancún y los paraísos de la Riviera Maya. 

La ciudad está equipada para turistas mexicanos de alto poder adquisitivo y yanquis. Para argentinos desfavorecidos por el cambio y delirios de exploradores mundiales NO. La zona de “Baja”, como le llaman, tiene de las playas más lindas del mundo según revistas y catálogos turísticos, pero para llegar a ellas hay que alejarse del centro de la ciudad y recorrer varios kilómetros.

En Uber se hacía costosísimo por lo tanto tomábamos el colectivo “interplayas” que recorre desde el centro hasta la zona del “TECOLOTE”.  Es un colectivo sin horarios muy claros, hace el recorrido ida y vuelta constantemente desde las 10 de la mañana y demora aproximadamente 1 hora para ir, y 1 hora para volver. Por lo tanto si uno quiere tomarlo en una playa para volver al centro tiene que ir adivinando cuanto tiempo ha pasado entre uno y otro.

Además nunca descubrimos por qué, o nadie nos supo explicar, a veces tomaba recorridos distintos y se desviaba. El entorno ambiental de la Paz es de un exotismo muy bello realmente. Lo negativo sería el sofocante calor unos 50 grados de sensación térmica, al mediodía se siente como si alguien prendiera un caloventor gigante que tira aire hirviendo. Los paisajes naturales son de pequeños relieves montañosos del típico desierto de Texas, tierras rojizas y amarillas, cactus y vegetación más bien seca. Muchas veces nos sentíamos en una escena de Breaking Bad. Ese desierto sirve de fondo escénico para un mar de color transparente, de fina temperatura para el cuerpo, ni fría ni caliente.

La playa del tecolote tiene la particularidad de ser una enorme extensión arenosa que los Domingos toma una forma particular. En la fisonomía contemporánea el Domingo es un “día familiar”, o para hacer actividades distintas a las de la semana con el conjunto de integrantes de una misma estirpe. Es así como en algunas ciudades las familias van a plazas o Parques, o en otros lugares pueden ir a ríos serranos, lo que tengan de oferta en los alrededores donde viven. 

En este caso esa oferta es uno de los mejores mares que muchos pagan fortunas por ir; pues bien en La Paz las familias van a la playa. Y la costumbre de la playa de Tecolote indica que se debe ir equipados para pasar todo el día ahí. Llevan para comer (mucho), para armar toldos que cuelgan desde las camionetas y casa rodantes que les den sombra, para nadar, para pescar, para jugar a la pelota, para atar a las mascotas, parrillas eléctricas que enchufan en las baterías de los vehículos y muchas cosas más que no alcanzo a recordar. Desde la mañana se ponen en fila camionetas (el vehículo preferido de los paceños) a lo largo de toda la extensión costera muy cerca unos de otros respetando al vecino como si fuera una medianera.

Al caer la noche el lugar empieza a despejarse y las familias empiezan a volver a sus casas de manera muy ordenada, y con una higiene y cuidado por no dejar basura que nunca había visto en aglomeraciones de tanta gente –al menos en Latinoamérica, dicen que en otras ciudades del “primer mundo” todo es más limpio, pero aún no he ido así que no me consta.

Nosotros también decidimos regresar, pero el colectivo que pasaba cada una hora y que debíamos tomar para volver resulta que los Domingos corta su recorrido una hora antes, por lo tanto Mer y yo quedamos en la ruta del desierto viendo como las familias felices volvían a sus plácidos hogares mientras nos entraba una desesperación de catástrofe. Era muy lejos el trayecto para volver y mi ansiedad hizo que empiece a vociferar puteadas al aire, agarrarme la cabeza, pegar patadas a la tierra, y demás berrinches y muecas sinsentido mientras Mer abstracta dentro de la pantalla de su celular buscaba conexión arriba de un cactus, una piedra o una montaña para ver si lograba conseguir un uber.

La escena de los miserables sin auto –o camioneta en este caso- que estábamos haciendo, hizo compadecer a una de las familias que estaban volviendo a su hogar demostrando de nuevo cuán agradable es esta comunidad. Viéndonos turistas, desesperados y locos de remate luego de un día tan lindo y relajante una familia de 4: mamá, papá y dos niñas de 3 y 6 años nos ofrecieron llevarnos de nuevo al centro. Volvimos a respirar, a ponernos en eje y nos subimos para el agradable paseo de regreso.

Entre las charlas típicas que se dan entre habitantes de diferentes países o ciudades, cómo a qué se dedican, qué comen allá, es muy caro esto o aquello el padre de familia nos cuenta que ellos en realidad no son de la Paz, sino de Sinaloa, ciudad que está cruzando el cabo de baja California al otro lado del mar (o sea al frente). Sinaloa es una ciudad actualmente famosa y renombrada en medios de todo el mundo por estar colonizada por sus carteles narcos y por récord de una violencia extrema que sofoca a una pobre sociedad que no encuentra salida al espiral de muertes “por la droga”.

Cuando el señor dijo su procedencia (el señor debía ser más chico en edad que yo, pero al ser padre de familia y tener una camioneta según mí opinión es más responsable y maduro que yo, por lo tanto es un Señor) nuevamente mis pensamientos se dispararon hacia las escenas más violentas de Breaking Bad, encima estábamos en el mismo escenario, encima tomaron un camino distinto diciendo que era un atajo para volver más rápido, encima estaba ya casi oscuro completamente… se me empezó a entrecortar la respiración, apenas podía emitir sonido.

Mientras, la charla entre Mer. mamá y papá seguía yo ya me veía encadenado en un hueco en la tierra en el desierto cocinando metanfetamina para mandarle a los gringos. El señor me preguntó dos veces si quería que prenda el aire porque me veía sudando y callado, yo no le pude responder porque tenía miedo de ofenderlo y que me dispare ahí mismo y no sé qué hubiera hecho con mi esposa después.

Por suerte ella que siempre es más racional respondió por mí y dijo “sisi puede ser un poquito, no estamos acostumbrados a tanto calor, allá la humedad es distinta blablablá…”. Pasado un rato un espectro de luminosidad se empezó a reflejar en el horizonte, “llegamos a la mansión narco” pensé yo, “acá nos reciben tipos enmascarados y nos esposan y hasta acá llegamos. Así que esto era estar casado, lpm.” Pero no, las luces eran las de la ciudad de La Paz, estábamos entrando por otro lado, tal cual había anunciado el Señor y a los 10 minutos nos estaban dejando en la puerta de nuestro albergue con los saludos más cordiales y amables que uno se pudiera imaginar.

Cuando el auto estuvo lejos, largo un amplio suspiro, la miro a Mer y le digo:

-Ahora podemos decir que sobrevivimos a la amenaza narco en México, no es poco para no tener experiencia en combate.

Mer me mira con cara de “que pedazo de desagradecido con una familia tan amable que te salvó en serio de morir en el desierto” (sí ella puede hacer ese tipo de caras) y me dice –Vamos a comer que mañana nos toca el paseo en barco, si tenemos suerte pasamos cerca de Sinaloa y le pago al capitán para que te bajen y te cambien por unas flores.

(*) Artista, magister en urbanismo.

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