El congoleño

Autor:

Mariana Otero

Categoría:

Jean tenía 24 años cuando lo vimos por primera vez en Barra de Tijuca, el moderno y cosmopolita barrio de Río de Janeiro, con 18 km de arena blanca, mar turquesa y olas de surf. Barra está situada entre el mar y las lagunas de Tijuca y Marapendi, y es casi una ciudad dentro de otra. 

Jean trabajaba en uno de esos puestos típicos de playa. Tenía cuerpo de hombre y cara de niño. Musculoso y atlético, calculamos que medía casi 2 metros. Podría haber sido jugador de la NBA. Nos vio llegar a la playa y corrió a atendernos. En dos zancadas estaba abajo de nuestra sombrilla. Nos ofreció una caipirinha para comenzar el día. Tenía una sonrisa encantadora, su piel lustrosa y azabache. Hablaba un portugués extraño. 

Todos los días, el mismo ritual: Jean estaba ahí con su alegría que creíamos brasilera. Pero no.

Nos contó que era del Congo, que había llegado en circunstancias precarias a Brasil como trampolín para pisar algún día Estados Unidos, para soñar con el sueño americano. 

En la República Democrática del Congo, en el corazón de África, su familia malvivía. No entró en detalles, sólo contó que trabajaba para ayudar a sus padres y para creer que una vida mejor era posible. Extrañaba su casa. 

Conversamos los siete días de nuestro viaje. Nos sacamos una foto con él  (que no publicamos porque no sabemos dónde está ni en qué circunstancias) y nos intercambiamos el teléfono. Lo tenemos agendado como “Jean Congo Río”. Nos escribió meses después para contarnos que estaba en Rosario, que había venido al país con una argentina, tal vez su novia. Y que buscaba trabajo. Hace 4 años que no sabemos nada de él y de su sonrisa. 

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