Escapadas desde Madrid: Aranjuez, la ciudad del imponente Palacio Real

Autor:

Redacción ModoViaje

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“Sólo para contemplar el Palacio Real, Aranjuez bien vale una escapada desde Madrid”. Tomamos al pie de la letra la recomendación de un amigo que vive en España y, aprovechando nuestra estadía en la capital española, armamos una salida de un día hacia una ciudad que, como dicen los catálogos, conjuga historia, naturaleza y arte por todos sus lados.

El Palacio Real es el emblema y el orgullo de la ciudad y su visita es imprescindible para entender parte de la historia de España.

Hicimos el viaje en colectivo partiendo desde la Estación Sur Méndez Alvaro, recorrimos los 46 kilómetros en poco más 50 minutos y, durante las 6 horas en que las estuvimos en Aranjuez, pudimos comprobar que los elogios para el lugar son largamente correspondidos.

Recorrimos a pie el tramo que nos lleva desde la estación de buses al centro histórico de la ciudad y ese primer acercamiento nos avisó que estábamos en un lugar para no perderle mirada.

Pusimos rumbo hacia el Palacio Real y sus jardines en una caminata llena de datos históricos, monumentos y paisajes culturales que nos iban transportando a la España de otros tiempos. Aranjuez es un sitio que deslumbra y por esa razón la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 2001.

El Palacio Real es el emblema y el orgullo de la ciudad y su visita es imprescindible para entender parte de la historia de España. El folleto que nos sirvió de guía para la vista nos cuenta que fue Felipe II quien inició la construcción y luego Felipe V y Carlos III la siguieron en torno a un patio cuadrado, conocido como Plaza de Armas. Son muchos los atractivos que surgen a cada paso de nuestra recorrida pero al momento de elegir lo más nos impactó nos quedamos con la Escalera Principal con su barandilla de hierro forjado de estilo rococó, el impresionante y abigarrado Gabinete de Porcelana, el Gabinete Árabe, un espacio inspirado en la Alhambra y el Salón del Trono y a la Capilla de Palacio.

Por supuesto que hay muchas más piezas para ver como los dormitorios de la reina Isabel II y del Rey con su mobiliario original, el Salón de los Espejos, el Comedor de Gala y la Cámara de la Reina entre tantos otros. El recorrido, súper atractivo, nos demandó poco más de dos horas, y vale decirlo, no hubo tiempo para aburrirse o dejar de prestarle atención.  

Pero, si el Castillo es una pieza para no perdérsela, los Jardines no le van en zaga. De formas variadas, curiosos diseños y muy cuidados, son el complemento para darle forma a un espacio único, monumental. Hay varios y cada uno de ellos tiene su particularidad y atractivo. Nos quedamos con dos a los que recorrimos sin perdernos detalles. El primero fue el Jardín de la Isla que está rodeado por las aguas del Río Tajo, tiene fuentes a cada paso y sobresalen la de Hércules e Hidra. Después pasamos por el Jardín Nuevo que es un jardín francés flanqueado por un foso y una barandilla de hierro con pedestales de piedra. Allí destacan las Fuentes de Ceres y las Nereidas. También están el Jardín del Rey, Jardín del Príncipe y Jardín de Isabel II.

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