El Parque del café honra a la cultura cafetera de Colombia

Autor:

Mariana Otero

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El majestuoso parque temático ubicado en Quindio y los encantadores pueblos de Fenicia y Roldanillo son tres destinos imperdibles para conocer mejor a la bella Colombia.

Desde hace 29 años, en el departamento del Quindío se encuentra el Parque del Café, uno de los parques temáticos más importantes de Latinoamérica. Está a tan sólo 16 kilómetros de Armenia y, allí, en 58 hectáreas se honra al café, a la cultura cafetera y a más de medio millón de familias caficultoras.  Además, funciona un enorme parque de diversiones con cuatro montañas rusas y hay un hotel en construcción. En el predio hay más de 100 mil árboles de café. Subiendo por el teleférico se aprecian los cafetales y un mar de verdes. Está considerado el primer destino turístico rural, visitado por un millón de personas al año. 

Una vez allí hay que realizar el circuito “Enamórate del café”, que incluye el museo del café, la sala sensorial para aprender a identificar el aroma, la acidez, el cuerpo y la textura. Y el sendero del café, que permite la inmersión en un cafetal tradicional y observar el proceso desde la semilla a la industrialización.

También hay impresionantes espectáculos: “el show del café”, de danza folklórica de Colombia en un auditorio para 1100 personas y “el arte del café” que combina teatro y barismo para conocer cómo preparar una buena taza de café. Hay unos 140 métodos.

Fenicia, pueblo cafetero

A 112 kilómetros de Cali, en el Valle del Cauca, y a sólo 20 kilómetros de la localidad de Riofrío se encuentra Fenicia, un encantador y típico pueblo cafetero de 1100 habitantes. Recorrerlo es como sumergirse en un relato mágico de García Márquez. Las casas de colores, sus pobladores sentados a la vera del camino mirando la vida pasar, las mujeres entretenidas con juegos de mesa debajo de una sombrilla en la vereda y las mulas con los sacos de café son parte de la escena. 

Y, por supuesto, el pintoresco mercado campesino donde se comercializa el café. Bien vale la pena entrar para mirar. La gente llega con sus bolsas de granos, se desparraman sobre un mostrador y de manera manual se testea la calidad, el tamaño y se ofrece un precio que el vendedor siempre discute hasta llegar a un acuerdo. Es una experiencia inolvidable.

Fenicia es un pueblo campesino que recibe cada vez a más turistas. Tiene el mejor mirador del Valle del Cauca. Hay cuatro hoteles y fincas de descanso. 

Se lo conoce como el “páramo del duende” desde 1994. Nos explicaron que los duendes son los guardianes de la naturaleza. 

Abelardo “el duende” -así se presenta- relata que estos seres han sido tradicionales en la zona andina de América. “De niño, a los cuatro o cinco años, me encontré al duende… Yo era muy travieso, Quizás se me apareció para ‘enduendarme’ y pedirme que me dedicara a la conservación y al cuidado de la naturaleza”, nos confió, luciendo su infaltable sombrero rosa. En la zona son célebres los Carnavales del Duende.

Además de los duendes que andan por la calle, otra curiosidad en Fenicia es la Fonda María, un restaurante de comida típica al que se ingresa por un establo. Tiene un mirador impresionante y un balcón de vidrio en el que uno parece estar suspendido sobre el bosque. Su dueño cuenta que comenzó siendo un alojamiento con la caballeriza debajo de las habitaciones, como en los antiguos tiempos. Después le sumó el comedor, con este atractivo único: ingresar por la caballeriza.

Unas cuadras más allá hay muchos sitios para degustar café. El de Fenicia es dulce, huele a melaza y a azúcar morena porque los árboles son plantados cerca de los plátanos y la caña de azúcar.

En los bares suena música colombiana para acompañar con el licor típico de la región: el canelazo preparado con agua panela de la caña de azúcar, limoncillos, hierbabuena y aguardiente.

Roldanillo y Macondo

Roldanillo es el primer pueblo mágico del Valle del Cauca, un poblado cafetero a unos 150 kilómetros de Cali. Es mundialmente conocido por los amantes de los deportes aéreos, en especial entre quienes practican parapente.  La Calle de los Poetas, la número 8, frente al Museo Rayo, es muy pintoresca. Se trata de una peatonal con mucho ambiente nocturno. 

El bar Macondo es una belleza. Se inauguró hace tres años en honor al pueblo inventado por García Márquez para Cien años de soledad. En el techo cuelgan 1860 mariposas amarillas hechas una por una en origami blanco y pintadas con aerosol amarillo. El número hace referencia al año en que el Coronel Aureliano Buendía llega al pueblo imaginario de Macondo. 

En una de las paredes hay un tríptico que simula una finca cafetera y un mural maravilloso con un libro reciclado donde los artistas plasmaron una figura con un expreso doble de café y tinta de chocolate. 

Un detalle: los baños están señalizados como “Aurelianos” y “Ursulas”.

En la pared del fondo de esta casa antigua de paredes gruesas hay una habitación donde se puede leer la primera página de la icónica novela donde aparece la palabra Macondo y el rostro del premio Nobel colombiano realizado con mariposas. 

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