A 180 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba Capital, un manto blanco sobre la tierra cambia el típico paisaje cordobés por uno de otro planeta.
Es un desierto de sal inmenso que se presenta sin horizontes o, tal vez, con muchos puntos de fuga hasta que amanece o el sol cae y los anaranjados y violetas lo cubren todo.
Este espectáculo de la naturaleza ocurre en la reserva natural Salinas Grandes, que abarca más de 200.000 hectáreas de las 600.000 que se distribuyen entre cuatro provincias: Córdoba, La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero.
Es un paisaje inhóspito y agreste donde los pasos crujen sobre la sal que lo impregna todo, los labios arden mientras el manto blanquísimo se funde en el ocaso. Los visitantes llegan a ver esas puestas de sol memorables donde se produce la magia y, después, ya nada es lo mismo.

Es el único salar de la provincia y está considerado la puerta de entrada a las Salinas Grandes.
En épocas de lluvia este inmenso desierto salitroso el agua se concentra en una laguna de no más de 5 centímetros en la que se reflejan los colores del cielo, en una composición artística.
La explicación geológica indica que el lugar es producto de una falla tectónica que permitió la filtración del antiguo fondo marino, dejando expuestos minerales, predominantemente el cloruro de sodio.
“Antiguamente todo esto era parte del océano. Cuando se da el movimiento de las placas tectónicas por el cual emergen los Andes, lo que queda del mar se convierte en una laguna endorreica, sin ninguna entrada de agua ni afluente de río y sólo se alimenta con la lluvia. Al tener unos soles muy fuertes, el agua se evaporó y se secó la laguna, quedando la capa de sal”, explica Yohana Muñoz, guía en las Salinas.

Con el paso del tiempo, la capa de sal se ha ido reduciendo. En un principio medía unos 40 o 50 centímetros de grosor y hoy es de alrededor de 15 centímetros o menos.
“Hay partes donde es muy finita, hay uno o dos centímetros de sal, luego viene una capa de barro de aproximadamente seis metros y debajo de éste hay otra de arcilla de unos cinco metros y, luego, hay agua salada”, detalla Muñoz.
Durante el auge de la extracción de sal nacieron las localidades de San José de las Salinas, Lucio V. Mansilla, Totoralejos y otros parajes cercanos.
Esa labor fue el motor económico de la zona junto con la llegada del Ferrocarril General Belgrano en el siglo XX. Hoy la realiza Lisal, la única empresa tecnificada que extrae el mineral de las lagunas de sal y las piletas de cristalización, y comercializa su producto en todo el país.

El alba y el ocaso
La visita a esta tierra pantanosa cubierta de cristales blancos, de horizontes infinitos, de cielos límpidos, estrellados y sin contaminación lumínica y sonora, de días tórridos en verano, de noches frías y de cautivantes atardeceres es, en verdad, una experiencia única y maravillosa.
En ocasiones, cae el sol y sale la luna al mismo tiempo y cuesta saber hacia dónde mirar porque el conjunto es demasiado bello. El suelo se funde con el infinito y otra vez el espacio parece onírico.

Cada alba y cada ocaso son irrepetibles por la influencia de las variables meteorológicas como la presión atmosférica y los vientos. Además, el sol prolonga sus destellos por más tiempo sobre el desierto blanco. Uno no es el mismo después de haber sido testigo de aquello.
Alrededor de la costa de sal se aprecia el jume de tres colores. verde oscuro, morado y amarillo. Se trata de un arbusto densamente ramificado con hojas soldadas al tallo que lo envuelven formando anillos.
Desde San José hay varias entradas a las salinas.
A 12 kilómetros hacia el norte está Santa Laura. Yohana Muñoz cuenta que el sitio se llama así en honor a Laura Ballester Molina, una mujer que llegó al lugar en 1962 junto a sus hermanos para trabajar en la explotación de la sal. Ella, encargada de la venta de la sal, fundó el pueblo que llegó a tener 200 habitantes y una escuela que cerró en 1983 por falta de alumnos. Hoy la localidad está abandonada.
En Santa Laura funciona desde 1987 la fábrica de sal Lisal que comenzó con la extracción manual en una área de 50 hectáreas. En 2008 instaló la planta de refinería y desde 2012 cuenta con 20 piletones de cristalización de la sal de tres hectáreas cada uno.
Santa Laura es conocido, además, porque allí se contemplan los mejores atardeceres, en medio de un paisaje bucólico y muy fotografiable entre la sal, el sol y los vestigios de maquinaria antigua.
El otro ingreso a las salinas es Retumbadero, a 8 kilómetros de San José y en unos pocos kilómetros más se llega a Las Cañas.

En el Retumbadero se ven amaneceres de postal. El sol aparece detrás de unas viejas vías y estructuras de madera, antes utilizadas para trasladar la sal.
Muñoz explica que Retumbadero fue un asentamiento de trabajadores de la sal, que después de que la explotación manual pasara a la historia se mudaron a San José, al igual que los obreros que habitaban Las Cañas, donde hoy sólo viven tres familias.
La extracción de la sal
La antigua cosecha manual era un proceso artesanal en el que se marcaba un cuadrado sobre la capa de sal con un pico y se levantaba con una horquilla. Y de allí seguía todo su circuito.
Durante un tiempo, relata Muñoz, se implementó un sistema de vías en Retumbadero por donde corría un trencito de origen italiano con una máquina y carritos por un recorrido en forma de U que iba desde la costa hacia dentro de las salinas. Entraba por un lugar y salía por el otro.
Actualmente, la fábrica trabaja con un sistema de bombeo y cañerías que extraen el agua de las profundidades que se deposita en una pileta madre que transfiere el agua a las demás piletas.
Al evaporarse quedan capas de unos 40 centímetros de sal y con máquinas se produce todo el proceso de molido, lavado, centrifugado, secado en horno y envasado. La fábrica vende la sal a curtiembres, saladeros, textiles y a gobiernos para los caminos en zona de nieve. También se utiliza para consumo humano.
Un oasis en el salar
Desde Lucio V. Mansilla se puede partir para visitar el Refugio de Vida Silvestre Monte de las Barrancas, una isla de bosque chaqueño rodeada de una estepa de pastos salados, jume y cachiyuyo. Es un área natural protegida para la preservación de la biodiversidad de la zona; es un oasis verde de flora y fauna nativa que emerge en el centro del desierto.
El acceso es dificultoso porque se anega con frecuencia.
Este territorio cuenta con una superficie de 7.656 hectáreas y recibe a científicos y amantes de la vida silvestre, acompañados por guardaparques.
Es hábitat de una gran variedad de aves, como el águila coronada, el halcón aplomado, la monjita de las salinas y el aguilucho. Cuando empieza la época de lluvias se forman las lagunas y llegan los flamencos. También es el refugio temporal de otras migratorias.
Allí late la vida de suris, gatos de monte, lampalaguas y otras serpientes como la coral, yarará y cascabel, quirquinchos, liebres, pecaríes, vizcachas y zorros. Hay chañares, breas, quebrachos blancos, palo azul, cardones, jarilla mistoles y algarrobos..
Camino a las Barrancas, a 50 kilómetros de San José se encuentra el Bañado de Unquillo, unas lagunas pequeñas de agua termal que no están explotadas.
Alojamiento y gastronomía
San José de las Salinas cuenta con un hotel que organiza caminatas guiadas y hay sitios para probar la gastronomía típica: cabrito, empanadas, tunas, arrope y postres de algarroba, entre otras cosas.
Hay actividades privadas y excursiones organizadas por agencias de viajes desde Córdoba o desde el hotel en San José. Guías particulares ofrecen servicios de caminatas con almuerzo, merienda o cena con comidas típicas, según la época del año.
Y también se consiguen experiencias con astroguías y telescopios.
Esta nota se publicó originalmente en la columna Historias que no se cuentan de la Agencia Córdoba Turismo.
DATOS ÚTILES
Qué llevar. El desierto de sal requiere precauciones como acudir con guía, con anteojos de sol, protector solar y provisión de agua. En verano las temperaturas son extremas: pueden llegar a 45 grados durante el día y descender abruptamente durante la noche.
No ingresar a las salinas en auto porque el terreno es fértil: hay riesgo de empantanarse.