A Cali hay que descubrirla en sus mercados, en sus calles, en sus museos, en su gastronomía, en su costanera y en sus maravillosas frutas tropicales.

Santiago de Cali es la puerta de entrada al Pacífico, la capital del Valle del Cauca y de la salsa, es patrimonio afrocaribeño (la mayor población afro del continente después de Salvador de Bahía en Brasil se encuentra aquí), con historia, cultura, sabores, tradición. La llaman “la sucursal del cielo”.
A Cali hay que descubrirla en sus mercados, en sus calles, en sus museos, en su gastronomía, en su costanera y en sus maravillosas frutas tropicales.
Sobre la margen izquierda del río Cali se encuentra el emblemático “Gato del río”, una escultura patrimonial de Hernando Tejada, de tres metros que fue donada en 1996 cuando comenzó el embellecimiento de la ribera. Dicen que el gato representa al hombre caleño: coqueto, nocturno, parrandero. Diez años después, el parque aledaño se llenó de otras obras de arte: las “gatas-novias” del gato, creadas por 15 artistas.

Hacia el sur de la Calle 5 se llega a uno de los mercados populares más queridos de la ciudad: la plaza del Mercado La Alameda para una inmersión en la cultura local, gastronómica y artística. Es enorme, colorido, con un ambiente muy bonito donde se encuentra lo que se busque de buena calidad y precio. Es el mejor lugar para probar la comida caleña, con un buen pandebono (un pan muy sabroso) para después deleitarse con el insuperable café colombiano, el más suave del mundo.

La ciudad vibra al ritmo de la salsa, la música originaria de Cuba que Cali ha dado a conocer al mundo.
El estilo caleño es reconocido internacionalmente y los mejores cantantes y bailarines de salsa son de allí. La plaza Jairo Varela, con su trompeta gigante en homenaje al grupo Niche es un emblema de la ciudad. Debajo de las campanas suenan los éxitos de este grupo mítico. Sólo hay que meterse debajo y dar unos pasos de baile antes de cruzar al museo del famoso salsero.
Cali también es el aguardiente Blanco del Valle, el Manjar Blanco, el cholao, las marranitas, el champús (una bebida con granos de maíz cocido), el chontaduro con sal y miel, la lulada y mucho más.
Cali es una fiesta tras otra, es música de marimbas y tambores. Es calor, guayacanes en flor y maravillosos murales callejeros.

A metros de la Iglesia la Ermita, sorprenden los escribas con antiguas máquinas de escribir. Son ocho puestos debajo de sombrillas de colores en la plazoleta frente al río que, oh sorpresa, ofrecen servicios de escritura y trámites administrativos.
En el centro quedan pocas huellas del pasado colonial. Por suerte pervive la iglesia de La Merced, construida en 1545 en el lugar de fundación de la ciudad.
Muy cerca está el barrio San Antonio, una de las zonas más recomendadas para hospedarse. Tiene un ambiente bohemio y popular, similar a Getsemaní en Cartagena. Hay color en las calles, obras de street-art, casas coloniales y mucho ambiente caleño.
Como dice la letra de Cali Pachanguero, “Cali es Cali, lo demás es loma”.







