Es famoso por sus dos impresionantes templos rupestres excavados en la roca, construidos por Ramsés II, y por su espectacular traslado y reconstrucción para evitar que fueran sumergidos por la construcción de la Presa de Asuán

A poco más de 1.100 km de El Cairo y 280 de la ciudad de Asuán, el complejo de Abu Simbel se levanta, majestuoso, como uno de los emplazamientos arqueológicos más relevantes en el sur de Egipto por sus monumentos y porque marcaban el límite del Imperio con sus vecinos de la región.

Sabíamos de su existencia y así fue como decidimos incluirlo en nuestro itinerario. Cómo llegamos? Tomamos un crucero por el imponente Río Nilo que iniciamos en El Cairo con paradas en Luxor y en Asuán y desde allí, en colectivo, fuimos a Abu Simbel donde llegamos después de más de 4 horas de viaje.

Enclavado en la región de Nubia, cercana a Sudán, las 40 hectáreas de Abul Simbel se muestran imponentes para nuestras sorprendidas miradas. El primer contacto impacta, no hay forma de atrapar tanta inmensidad y las cámaras y los celulares trabajan tiempo extra para satisfacer nuestros deseos de no perdernos nada.

Su nombre, según la leyenda y nuestra guía, admite dos orígenes: el primero que Abu Simbel era la designación del complejo en la antigüedad y el segundo que el explorador suizo Burckhardt fue conducido hasta el lugar por un chico llamado Abu Simbel en 1813 DC, y por eso lo denominó así.

El exterior merece todo el tiempo que uno considere para no perder detalle. El complejo cobija dos templos que fueron construidos por disposición del Faraón Ramsés II a partir del 1284 AC. Su construcción demandó más 20 años. Fueron dedicados al mismo Faraón Ramsés II y su esposa Nefertari y excavados en la roca para conmemorar su supuesta victoria en la batalla de Qadesh y también como una manera de mostrar su poderío a sus vecinos, el pueblo nubio.

El Gran Templo o templo mayor, está dedicado a Ra, Ptah y Amón, las tres deidades estatales del Antiguo Egipto y alberga cuatro estatuas colosales de Ramsés II esculpidas en la roca de la fachada. El Templo Menor, dedicado a Nefertari, la esposa favorita de Ramsés, también es conocido como el Templo de Hathor ya que está dedicado a esa diosa egipcia.
La impactante construcción de 33 metros de altura por 38 metros de ancho contiene cuatro estatuas sedentes y todas representan a Ramsés II. Cada una de las estatuas mide 20 metros de altura. La fachada está encabezada por un friso de veintidós babuinos cuyos brazos están extendidos en el aire, supuestamente adorando al sol naciente. Una maravilla, por dónde se lo mire.

En el interior de los templos vimos estatuas de Ramsés II, frisos de sus batalles militares en distintos escenarios, el santuario con estatuas de los dioses Amón, Ra y Ptah y relieves de ceremonias religiosas. El recorrido nos permitió adentrados en la arquitectura y la vida religiosa del Antiguo Egipto y en el reinado del Faraón.
Bien vale apuntar que el complejo arqueológico ganó notoriedad mundial cuando en el año 1968 la UNESCO decidió trasladar los monumentos situados 60 metros más abajo y 150 metros más al este de su emplazamiento actual ante su inminente desaparición bajo las aguas del Río Nilo tras la construcción de la gran presa de Asuán.











