Ubicado a 200 kilómetros de Córdoba Capital, a los pies del cerro Champaquí, este rincón parece haberse detenido en el tiempo hace siglos. No lo dice sólo su paisaje, cerros dorados, quebradas suaves, arroyos cristalinos, sino su alma. Aquí, el aire sabe distinto: más limpio, más lento. ideal para quienes buscan un verdadero reseteo digital.

He recorrido la Argentina de punta a punta, he dormido en estancias del norte, en refugios cordilleranos y en pueblos olvidados por el asfalto. He dormido en infinidad de lugares pero hay algunos que no se olvidan. La Población, un diminuto poblado de apenas 700 almas escondido en el corazón de Traslasierra, es uno de ellos.
Ubicado a 200 kilómetros de Córdoba Capital, a los pies del cerro Champaquí, este rincón parece haberse detenido en el tiempo hace siglos. No lo dice solo su paisaje, cerros dorados, quebradas suaves, arroyos cristalinos, sino su alma. Aquí, el aire sabe distinto: más limpio, más lento. Y el silencio no es ausencia de ruido, sino presencia de paz. Es, sin dudas, uno de los destinos más bellos y tranquilos del Valle, ideal para quienes buscan un verdadero reseteo digital, no como moda, sino como necesidad vital.
Fundada en torno a 1626, cuando Alonso de Vera donó estas tierras a Don Miguel de Maldonado, la historia de La Población es larga, tejida por manos anónimas y familias que supieron vivir con poco y sentir mucho. A través de los años, pasó por distintos dueños hasta convertirse en La Población de Vilches. Fue José Mestre, sin embargo, quien le dio forma humana: construyó las primeras casas y fundó una fábrica de dulces y el legendario Licor de los Nueve Yuyos, una infusión de hierbas aromáticas nativas que aún hoy evoca remedios ancestrales y sabores perdidos.
Hoy, el pueblo conserva esa esencia artesanal, casi íntima. Sus calles son caminables, sus casonas de adobe y techos de tejas respiran historia, y sus alojamientos, mayormente cabañas atendidas por sus propios dueños, generan una cercanía que ya casi no existe en el turismo masivo. No hay recepciones frías ni protocolos impersonales. Hay gente que vive acá, que mira a los ojos, que recomienda un sendero como si uno fuera familia.
Uno de los tesoros más singulares del lugar es un campo de lavandas único en todo Traslasierra. Durante la floración, entre noviembre y enero, el paisaje se tiñe de violeta y el aire se carga con un aroma hipnótico, calmante, casi medicinal. Allí, con mucho amor y paciencia, se elaboran blends únicos, aromatizadores, aceites esenciales y jabones naturales, todos pensados para despertar los sentidos. Cada mezcla combina flores y hierbas serranas (tomillo, cedrón, poleo, manzanilla, melisa) fusionadas con la esencia pura e intensa de la lavanda. No son simples productos: son composiciones sensoriales que buscan transmitir, a través del olfato y el tacto, el alma del lugar. Se pueden disfrutar en las cabañas o llevarlo como un regalo con memoria, con sabor a montaña y a tiempo detenido. (Contacto: http://@lavandas_laaguada).
Pero si hay algo que define el carácter contemporáneo de La Población, es su delicada fusión entre tradición y sofisticación consciente. En pleno corazón del pueblo, se encuentra “Madre Raíz”, una panadería consciente que diariamente, con materia prima honesta y procesos lentos, hornea panes artesanales con harinas orgánicas y masa madre. Cada baguette, hogaza de centeno o medialuna de miel parece provenir de otro tiempo. Sus dueños son los mismos que crearon el mítico Café Montaña de San Javier: hermanos en visión, ética y sabor. Ambos espacios comparten un compromiso profundo con la materia prima noble, el trabajo honesto y el amor puesto en cada detalle.
El arte también tiene su espacio. En el Atelier y Museo Luis Tessandroni (1897–1974), reconocido como el más relevante animalista nacional junto a su maestro Fernando Fader, el pintor, ceramista y músico funde figuras serranas con una atmósfera armoniosa y silente. Formado en la Academia Nacional de Bellas Artes y amigo de Antonio Berni y Benito Quinquela Martín, fue invitado por Fader a Deán Funes y luego, fascinado por el paisaje cordobés, se instaló definitivamente en este inigualable poblado al pie del cerro Champaquí.
Y luego está la pequeña y pintoresca Capilla Nuestra Señora de Fátima, levantada con el esfuerzo de los primeros vecinos, que conserva dos vitrales originales hechos por ellos mismos. Es un espacio de quietud, luz coloreada y recogimiento, perfecto para una pausa contemplativa.

Cuatro Senderos para Conectarse con la Naturaleza
La Población invita a perderse y encontrarse a través de cuatro senderos cuidadosamente trazados:
- Sendero Agua Amarillas y Piedra Bola: Un recorrido de dificultad media que culmina en una vista panorámica privilegiada. Desde «Piedra Bola», el valle se despliega a tus pies y los atardeceres incendian el horizonte con tonos magenta que parecen salir de un lienzo. Ideal para fotógrafos, enamorados y almas soñadoras.
- Sendero de la Virgen: Una caminata amigable de apenas 30 minutos, perfecta para familias o quienes buscan una experiencia ligera. Atraviesa ejemplares de flora nativa y conduce a dos puntos panorámicos: uno dedicado a la Virgen y otro al Comechingón, la imponente escultura de hierro realizada por el destacado artista local Basilio Chelli.
- Arroyo Cruz de Quebracho: Un oasis natural con aguas cristalinas y serpentinas, rodeado de vegetación exuberante. Perfecto para pasar el día, descansar bajo la sombra de los árboles y dejarse llevar por el murmullo del agua y el canto de los pájaros.
- Cascada Los Chorros: El más exigente de los senderos, una travesía de 6 a 8 horas dentro de un bosque de tabaquillos. El camino se abre paso entre cañadas y peñas hasta revelar una cascada con cuatro saltos de agua, un espectáculo de fuerza y belleza donde el cuerpo y el alma encuentran su reseteo físico y emocional.

En la plaza central, justo frente a la capilla, se encuentra la obra de Basilio Chelli: la escultura del indio, un homenaje a los pueblos originarios que resguardan la memoria de estas tierras.
El primer y tercer domingo de cada mes, la plaza se transforma con la feria de productores artesanales, donde se reúnen pequeños productores de miel, queso, textiles y plantas medicinales. Es un pulso vivo del alma del pueblo: auténtico, conectado y generoso.
Con su clima excepcional, su gastronomía consciente, sus expresiones artesanales y su paisaje encantador, La Población ha dejado de ser un secreto bien guardado. Se ha transformado, silenciosamente, en un destino de elección para turistas que buscan más que unas vacaciones: buscan una pausa, una respiración profunda, un encuentro consigo mismos. Porque en La Población, como dicen los lugareños, “no solo se visita un lugar. Se descubre un ritmo”.










