Iruya, un lugar en Salta, un lugar en el mundo

Autor:

Pepe Segura

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Desde la Iglesia, el Mirador de la Cruz demanda unos 20 minutos de caminata muy tranquila, es en subida y por momentos, al menos nosotros, sentimos la falta de aire. Desde allí hay excelentes vistas panorámicas y es el lugar elegido por turistas y locales para tomar fotos y disfrutar de paisajes únicos.

Conocer Iruya era una cuenta que algún día debíamos saldar y con ese objetivo armamos el viaje hacia el norte argentino que, por supuesto, incluía la bella localidad salteña ubicada a 2780m de altura y a 300 km de la capital de Salta.

La postal de Iruya, para conseguirla, hay que cruzar el Puente Peatonal.

Escuchando voces conocedoras del lugar, elegimos Humahuaca como base de operaciones para, desde allí, movernos en busca de esos paisajes que nos estábamos debiendo. Primero fue Hornocal y después Iruya y San Isidro.

Así armamos nuestro viaje a Iruya: reservamos una noche de alojamiento y, para no correr ningún riesgo con nuestro vehículo (el camino es marcadamente sinuoso y angosto en varios tramos), decidimos movernos en micro. Hay 5 servicios de ida y vuelta por día y su costo es de 15 mil pesos (los dos tramos). Vale aclarar que sí vimos camionetas 4×4 y varios autos hacer el exigente camino.

Tomamos el micro de las 10.30 que, 3 horas después nos depositó en esa postal que se puede identificar cuando uno divisa, ahí abajo, la iglesia Nuestra Señora del Rosario y San Roque.

El Mirador de la Cruz. Desde allí se puede sentir el silencio y dimensionar la belleza de un paisaje imponente.

Ah, en el recorrido por el serpenteante camino y en dos tramos distintos, dos lugareños ofrecieron las clásicas tortillas rellenas de jamón y queso ($1.500) y las no menos clásicas y exquisitas empanadas (1.500 las seis) con lo cual el tema comida está resuelto.

Tras un reparador almuerzo en la Hosteria Chez Didierm, nos dispusimos a cumplir con la primera jornada de nuestra estadía que incluía una tranquila caminata cuesta arriba hacia el mirador de la Cruz, un té en la terraza de la Hostería Iruya y, como estábamos en Semana Santa, por la noche la misa de la vigilia pascual.

El Mirador de la Cruz está cerca de la Iglesia, demanda unos 20 minutos de caminata muy tranquila, es en subida y por momentos, al menos nosotros, sentimos la falta de aire. Desde allí hay excelentes vistas panorámicas y es el lugar elegido por turistas y locales para tomar fotos y disfrutar de paisajes únicos.

Después de largos minutos de descanso y contemplación en el mirador, llegamos a la Hostería Iruya para probar un clásico té de hierbas del lugar y dejar que nuestra vista siga extasiándose con los multicolores que proponen las montañas. Las terrazas del lugar también son un paseo obligado y bien vale la pena dejarse estar mientras las primeras sombras del atardecer indican que hay que emprender el regreso, siempre a paso tranquilo por más que esta vez sea cuesta abajo.

Un balcón para que nuestra vista no deje de maravillarse. Es en la Hostería Iruya.

Por la noche la zona neurálgica del pueblo se llenó de voces y luces. Los fieles fueron llegando y la Iglesia fue la que cobijó a cientos de católicos en uno de los puntos más sentidos de la Semana Santa. La ceremonia fue ciertamente una celebración cuya música y cantos se hacía eco en los cerros que rodean a Iruya.

El cura saludando a cada uno de los fieles fue la postal que nos dejó una noche en que fuimos testigos de una reconfortante demostración de fe.

Para el día siguiente (nuestro colectivo de vuelta partía a las 15.30 hacia Humahuaca) dejamos la visita a San Isidro (ya se la contaremos) y terminamos nuestra excursión sentados frente la Iglesia comiendo una clásica tortilla de jamón, queso, tomate y albahaca acompañado por un vaso de API, la bebida tradicional de maíz morada de textura espesa y un sabor dulce preparada con agua, azúcar y especies de la región que se toma caliente.

En el final, ya camino a la terminal de colectivos, hicimos el cruce del Puente Peatonal sobre el Río Iruya que conecta los dos mayores conglomerados urbanos del lugar. Desde allí se puede hacer la foto que es la marca registrada del lugar en la que la Iglesia se ve rodeada por las casas y con los cerros detrás. Cumplimos con el rito y empezamos a despedirnos de un lugar lleno de encantos. Iruya bien vale un viaje.

Un clásico de nuestro norte que degustamos en Iruya. Tortillas con jamón, queso, tomate y albahaca. Imperdibles.
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