Tánger, la ciudad más occidental de Marruecos

Autor:

Pepe Segura

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Su estratégica posición, en el norte de África, frente al peñón de Gibraltar y a sólo 62 km del puerto de Algeciras, en España, la convierten en una auténtica puerta de entrada a Europa.

Cuando decidimos hacer nuestra primera incursión por el mundo árabe, elegimos a Marruecos por un par de razones. La primera fue la cercanía con España y la segunda llegar al ítico desierto de Sahara.

También pensamos que era buena idea primero acercarnos a la milenaria cultura árabe para después, ya en España, poder apreciar el legado de esos 8 siglos de permanencia mora en la península ibérica. Nuestro viaje prosiguió por Sevilla, Córdoba y Granada y bien podemos dar fe que la presencia de los árabes se hace sentir en cada rincón de la bellísima y vibrante Andalucía.

Nuestros últimos pasos en Marruecos los dimos en Tánger, una de las principales ciudades marroquíes con más de un millón de habitantes. Su estratégica posición, en el norte de África, frente al peñón de Gibraltar y a sólo 62 km del puerto de Algeciras la convierten en una auténtica puerta de entrada a Europa.

Sus playas bañadas por aguas del Mar Mediterráneo la han convertido en un polo turístico muy codiciado por turistas europeos. Su potencia comercial y su crecimiento poblacional han determinado que la ciudad sea una de las más caras del país. Fundada por los fenicios en el siglo X Ac, a mediados del siglo pasado la ciudad se convirtió en un muestrario de culturas debido a su intensa vida social alimentada por la presencia de diplomáticos y artistas de todo el mundo. También dice la historia que los espías han dejado sus huellas por estos lugares, sobre todo en tiempos de la Guerra Fría.

Nuestra primera impresión, tras una larga caminata por la bellísima costanera, fue que la ciudad es la más europea del país. Vimos, por primera vez en su nuestra estadía en territorio africano, a mujeres conduciendo, vimos, también, a mujeres tomando té en los bares y vimos lujosos autos.

Fue muy notorio, esto a ojos de mi compañera de viajes, los finos atuendos de algunas mujeres que salían de las tiendas de conocidas marcas. Vimos, en un pantallazo, un mundo distinto al que habíamos transitado.

En Táanger conviven musulmanes, cristianos y judíos y por esa razón algunos lugares son verdaderas postales multiculturales. Decidimos conocer la ciudad por nuestra cuenta, guiándonos con un folleto (en francés y árabe) que nos entregaron en el hotel. La ubicación de nuestro alojamiento, frente al mar y cerca del puerto nos facilitó el recorrido.

Aparte de visitar los lugares más tradicionales como la Gran Mezquita y el Café Hafa, decidimos invertir la mayor parte de nuestro tiempo en recorrer y descubrir La Medina. Es un barrio popular típico de los árabes donde las callejuelas no siguen un trazado urbano y los vendedores ambulantes son una constante. Esta zona histórica de la ciudad se destaca, también, por algunas edificaciones antiguas perfectamente conservadas y su ornamentación multicolor. Sus bazares ofrecen todo tipo de artículos típicos y, como corresponde, el regateo funciona a full. Es, sin dudas uno de los sitios más bonitos de Tánger, muy animado durante el día y para visitar con algunas reservas por la tarde-noche. Allí tuvimos un pequeño incidente con un joven que se presentó como guía de turismo y que por un costo muy accesible se ofreció a guiarnos por el lugar. Todo iba bien hasta que, cuando el trazado se hizo más complicado, nuestro anfitrión decidió reclamar una tarifa más alta para seguir. Nos rehusamos a hacerlo, él se marchó con el dinero pactado y atentos comerciantes nos indicaron cómo salir de este intricado laberinto para retornar a la costanera. Fue lo único que empañó nuestro paseo.

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