Camino al cielo

Autor:

María Teresa Andruetto

Categoría:

Por María Teresa Andruetto

Camino al cielo se llamaba una serie de televisión que se trasmitía en nuestro país en los años ochenta. Una serie en la que Michael Landon, el mismo de Bonanza, era un ángel que buscaba en la tierra su contraparte humana para mostrar los problemas a los que nos enfrentamos los mortales y demostrar, al uso de USA, que sólo depende de nosotros salir adelante. También así podría llamarse el ascenso por la Cuesta de Lipan hacia Salinas Grandes, arriba de Jujuy, camino a la puna

FOTOGRAFÍAS. ModoViaje

Hice una pequeña excursión desde Purmamarca, subiendo por la cuesta hacia los cielos jujeños, donde se mira solita la luna de sal, hasta la comunidad llamada Santuario de Tres Pozos cuya capilla guarda un Cristo negro yacente, según dice la guía. 

Allá arriba, pasando los 4.000 metros sobre el nivel del mar, frente a un paisaje que incita a la fe, sometidas al azote de los vientos, dos cholas venden pequeños objetos tallados en sal, llamas, servilleteros, réplicas de casas y están los remolinos, en los arenales dele bailar. Detrás de las cholas hay un albergue de piedra, extremadamente bajo; en temporada duermen ahí para aprovechar el tiempo porque vienen desde lejos, dice la guía. 

Cielo arriba de Jujuy, flores de los torales. Por el camino hemos visto llamas y más allá vicuñas, muchas vicuñas con sus patas largas y delgadas y ese color que se confunde con los pajonales. Los antiguos pobladores las consideraron sagradas, ganado de la Pachamama que tiene a Coquena por pastor. Desde el tope de la cuesta bajamos al salar, más de 200 kilómetros en el departamento jujeño de Tumbaya y en el salteño de La Poma, sábana blanca que parece no tener fin. 

Recorremos la explotación, los piletones de cosecha, el restorán vacío con las paredes, las mesas, los bancos hechos de sal. El salar encandila como una pantalla de luz, atrás se quedó alumbrando su claridad. 

Al fondo, junto a un Jesús esculpido sobre un montículo, como si se tratara de una alucinación, un grupo muy numeroso de personas. Aún desde lejos se ve que no son turistas. A medida que me acerco, descubro a lugareños que hacen fila ante una pequeña mesa, donde un hombre da la impresión de repartir, de ofrecer algo. Están vacunando, pienso. Pero no están vacunando; se trata de un encuentro evangélico, un pastor y sus ovejas. 

Conozco al pastor, dice la guía, es joven, pero tiene verdadera unción, tiene a Cristo en él. El hombre va cada semana hasta el salar desde un templo salteño llamado Catedral de los Milagros y ahora está de pie, a un costado de la mesita, con la cabeza baja, los ojos clavados en el suelo y la mano en el hombro de una lugareña, escuchando su confesión o su dolor o su fe. 

Modo viaje

Un asistente se me acerca, pregunta de dónde soy; me mira y mira al pastor. La palabra es poderosa, dice, la palabra es lo más poderoso, se corrige. Cerca de donde estamos han hecho varios fuegos y sobre ellos hay grandes ollas; cuando terminen las confesiones van a compartir el almuerzo, un picante de panza, sentados frente al Jesús de sal. 

Después dejamos atrás el grupo, caminamos, la guía y yo, hasta el auto para bajar hacia Sagrario de Tres Pozos en busca del Cristo negro. Por el camino más vicuñas; quien va adelante no es el macho, explica la guía, sino la hembra más vieja y la siguen las jóvenes, fundidas en el color de la tierra, tan elegantes. 

En Santuario de Tres pozos, en el departamento de Cochinoca, a 150 km de San Salvador, casas de adobe, paneles solares y un cielo muy limpio, increíblemente azul. Almorzamos sopa de frangollo y llama en la casa donde guardan las llaves de la iglesia.  

Cuando nos sirve la comida, la dueña de casa dice “ya pronto sube el viento”. ¿Cómo lo sabe?, me pregunto mirando el cielo completamente limpio…

Después de comer, vamos a conocer el Cristo. Para entrar a la iglesia hay que atravesar el patio de la escuela. La escuela está cerrada. Ya es la tarde y las clases son por la mañana. En el patio vacío hay un pizarrón. En el pizarrón alguien ha escrito con tiza celeste una frase de Gabriela Mistral: la educación es la forma más alta de buscar a Dios.

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