El continente en Harley

Autor:

Germán Tinti

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«Acaban de salir de Buenos Aires, a donde llegaron últimamente de Port Madryn, Patagonia, los deportistas argentinos, señores Braun y Schick, quienes tratan de llegar a Nueva York en una motocicleta Harley Davidson con «sidecar», de manufactura norteamericana»: Diario mexicano El Informador, 26 de agosto de 1925

Las crónicas de travesías a lo largo y ancho de países y continentes son numerosas y, generalmente, apasionantes. El hombre, a lo largo de la historia, buscó saber que había más allá de su entorno. De hecho, así llegó la humanidad a estas tierras que hoy habitamos.

Las motivaciones para llevar adelante estos viajes son innumerables: ambición de conquista, sed de poder, búsqueda de riquezas, espíritu aventurero y hasta pasar unas vacaciones únicas, cualquier motivo es bueno para algunos.

Caballitos criollos, galope corto y aliento largo

Algunos, como el suizo Aimé Félix Tschiffely, que unió –entre 1925 y 1928– Buenos Aires con Nueva York, lo hicieron para demostrar la calidad de los caballos criados en nuestro territorio (Gato y Mancha eran dos animales criados por el cacique tehuelche Liempichún en Chubut).

Ana Becker que, en la primera mitad de la década de 1950, unió –también a caballo– la Plaza de los Dos Congresos con la ciudad de Otawa en Canada, en casi cuatro años. La hazaña la hizo pasar a la historia como “La amazona de las Américas”.

En dos ruedas desde la Patagonia

Pero también hubo argentinos (nativos o por opción, como solía decirse) que decidieron unir los extremos continentales ayudados por las novedades que la mecánica ofrecía a la sociedad para hacer más rápidos y ¿seguros? los traslados.

Para la misma época en que Aimé Félix Tschiffely iniciaba su andadura continental con Gato y Mancha, cientos de kilómetros más al sur, el alemán Gohlieb Schick y el checoslovaco Alejandro Braun partían desde el lejano y desolado Puerto Madryn en una poderosa Harley Davidson con sidecar con rumbo norte.

Diarios de motocicleta

Desde su blog «Bahía sin fondo», el investigador del CONICET Patricio Donato nos cuenta que tuvo la primera noticia de este viaje a través de un suelto del diario mexicano El Informador publicado el 26 de agosto de 1925:

«De Port Madryn, Patagonia, a Nueva York en bicicleta

Acaban de salir de Buenos Aires, a donde llegaron últimamente de Port Madryn, Patagonia, los deportistas argentinos, señores Braun y Schick, quienes tratan de llegar a Nueva York en una motocicleta con «sidecar», de manufactura norteamericana. Los ciclistas salieron del citado puerto de Patagonia el 17 del próximo pasado mes de mayo. Seguirán vía El Rosario, atravesando la frontera boliviana en La Quiaca hasta La Paz. De allí continuarán su viaje al Perú, Ecuador, Colombia, América Central, hasta llegar a la Ciudad de los Palacios, México, de donde partirán al lugar final de su destino, Nueva York».

Tal como consigna el artículo periodístico citado, en la primera etapa, Schick y Braun se dirigieron a la ciudad de Buenos Aires, donde terminaron de pertrecharse para un recorrido de unos 15 mil kilómetros hasta la «Gran Manzana». Evidentemente estos preparativos tomaron su tiempo, porque recién 5 meses después estuvieron en condiciones de partir con rumbo a Lima.

De Perú a Australia

De su arribo a la capital incaica da cuenta… un periódico de Australia. El 6 de febrero de 1926, el Barrier Mier, editado en el pequeño pueblo minero de Broken Hills, en pleno desierto de Nueva Gales del Sur (Patricio Donato, que realizó una concienzuda investigación, no puede dar con ninguna información respecto de esta travesía en periódicos argentinos).

« AUTOMOVILISMO EN AMÉRICA DEL SUR

Dos jóvenes, Gohlieb Schick, alemán, y Alejandro Braun, checoslovaco, recientemente hicieron un viaje a través de América del Sur desde Puerto Madryn (Patagonia) a Lima (Perú), una distancia de unas 5000 millas, en una motocicleta Harley-Davidson 2 h.p. con sidecar, equipada con neumáticos Goodyear. Esta es la primera etapa de un viaje que terminará en New York, unas 13.000 millas más. Declararon en una entrevista que habían sido bien tratados en todas partes en su viaje excepto por los indios en las montañas bolivianas. Estos indios nunca había visto una motocicleta antes y huyeron cuando se acercaron. El problema más grande de Bolivia eran las carreteras, que en muchos lugares eran inexistentes y debieron decidir las rutas de la mejor manera que pudieron. Esta fue la peor parte del viaje.

También indicaron que el alimento era escaso y debieron superar los problemas que ocasiona la altura y el frío extremo. La gasolina era frecuentemente inalcanzable, la cantidad que podrían se limitaba a ocho galones en el tanque (30 litros) y dos latas extras como reserva. En casos extremos recurrieron al kerosene aunque este combustible obstruía los cilindros con hollín».

A orillas del Río Bravo

Al contrario que en los casos que citamos al principio de este artículo, que contaron con suficiente interés de la prensa argentina y con posteriores y pormenorizadas reseñas, la odisea de Schick y Braun no ha sido demasiado documentada. Es por eso que después de la estancia en Lima debemos esperar unos diez meses para volver a encontrar a nuestros aventureros reflejados en un medio de prensa.

El ejemplar del 12 de octubre de 1926 del Laredo Daily Times da cuenta del arribo de los dos aventureros a la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo (la versión mexicana de Laredo, en el lado pobre del río Bravo). El artículo periodístico da cuenta que Schick y Braun fueron recibidos por las máximas autoridades de varios de los países atravesados a lo largo de los 11 mil kilómetros recorridos. También destaca que los motociclistas atravesaron territorios en guerra (Nicaragua y Costa Rica) y que debieron desarmar completamente la motocicleta para trasponer la cordillera colombiana.

Falta de fondos y regreso en silencio

El matutino texano destaca que este viaje es el primero que se registra en el continente e informa que los viajeros se encuentran escasos de fondos, pero que la cámara de comercio Nuevo Laredo se había comunicado con la empresa Harley-Dadvinson y había obtenido su auspicio para que el binomio pudiera llegar a Nueva York. Asimismo, la petrolera Tide Water Oil Company les ofreció combustible y asistencia técnica en lo que les restaba de recorrido a través de su red de estaciones de servicio.

Sin embargo, Gohlieb Schick y Alejandro Braun no pudieron cruzar la frontera porque no podían realizar el depósito de 11 lucas verdes para ingresar en territorio norteamericano. Tal vez la imposibilidad de llegar al destino planteado haya incidido que el regreso de los aventureros haya sido en absoluto silencio, perdiéndose en el olvido gran parte de los detalles de una travesía épica.

Reconocimiento tardío

Pero el pesado manto de olvido que cubría la hazaña de los patagónicos, y en ocasión de cumplirse el centenario de la travesía, fue corrido cuando la empresa Harley Davidson recordó, a través de sus redes sociales, la odisea de Schick y Braun, junto a fotografías inéditas provistas por la familia.

«Un día como hoy, en 1925, dos intrépidos viajeros partieron de Puerta Madryn, Argentina, en una Harley-Davidson flamante de 1925 con sidecar. Durante 500 días, Alexander Braun y Gottleib Schick recorrieron desiertos, montañas, selvas, llanuras, ríos, lagos y costas oceánicas de Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala y México.

Si bien Jorge Luis Borges –para quien el olvido era un tema recurrente, como los espejos y los tigres–afirmaba que «el olvido es una de las formas de la memoria, su vago sótano, el reverso secreto de la memoria», Napoleón creía que «una cabeza sin memoria es como una fortaleza sin guarnición». Así, entre frases de Borges y de Napoleón, el recuerdo de la hazaña de Schick y Braun da señales de vida. Y es de estricta justicia.

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