En los más de 500 metros de recorrido, el puente cobija 30 estatuas de estilo barroco que le dan una fisonomía y encanto particular y son, cada una por su cuenta, objetivos preciados para las cámaras y los celulares.

Cruzar el puente de Carlos un par de veces durante tu estadía en Praga es casi una obligación para completar la postal que sugiere la bellísima capital de la República Checa. En nuestro segundo paso por la ciudad, cumplimos con el rito: la primera vez fue en horas del mediodía y la segunda al atardecer cuando las sombras le dan a Praga un encanto extra.
Ícono de Praga, el puente es uno de los puntos más elegidos por viajeros de todo el mundo y se propone como una referencia obligada para iniciar el recorrido por esta capital llena de historias a cada paso.
El puente de Carlos es el puente más viejo de Praga, es uno de los 18 que atraviesa el río Moldava y conecta a la Ciudad Vieja con la Ciudad Pequeña, los historiadores cuentan que su construcción comenzó en 1357 y terminó en 1402 y su impulsor fue el Rey Carlos IV.

En los más de 500 metros de recorrido, el puente cobija 30 estatuas de estilo barroco que le dan una fisonomía y encanto particular y son, cada una por su cuenta, objetivos preciados para las cámaras y los celulares. No hay hora del día, en que las estatuas no sean objeto de deseo de los caminantes. Representan a santos y santos patronos motivos de reverencias durante la época en se construyó.
Entre las esculturas más relevantes, más visitadas y fotografiadas están las de Santa Lutgarda y la de San Juan Nepomuceno (fue la primera en ser colocada en el puente y la tradición sostiene que tocarla, o el perro de su base, es sinónimo de buena suerte y asegura un futuro regreso a Praga).
Vale decir que todas las estatuas son réplicas de las originales las que se guardan en el Museo Nacional desde el año 1965.
El puente está considerado una de las obras impresionantes de la arquitectura gótica y es común ver grupos de estudiantes escuchando a atentamente a profesores que dan cuenta de los detalles de esta obra única.

Decíamos que era imprescindible hacer dos recorridos por la emblemática figura que identifica a Praga. Por la mañana, y cuando se acerca el mediodía el ambiente se llena de música de los artistas callejeros, de colores, pinceles y acuarelas de los pintores y dibujantes callejeros y de gestos de admiración y sorpresa por cada detalle que cada uno va descubriendo a medida que se acerca a cada estatua o detalles de la obra. Es una suerte de sinfonía humana para agasajar a un lugar lleno de encanto.

Por la tarde, el puente cambia de fisonomía. Es el tiempo de un público más observador, más detallista, (es cierto que hay menos gente paseando) y de aquellos puntillosos de la arquitectura que encuentran en el lugar una verdadera enciclopedia para sumar conocimientos in situ.
Al atardecer y cuando las sombras van ganando la escena, el puente se convierte en una panorámica de tiempos medievales e invita, una vez más, a la contemplación.

Las 30 estatuas en el puente de Carlos
- San Ivo.
- San Wenceslao.
- Cristo entre los Santos Cosme y Damián.
- San Juan de Mata, San Félix de Valois y el beato Iván.
- San Vito
- San Adalberto.
- San Felipe Benicio.
- Santa Lutgarda.
- San Juan Nepomuceno.
- San Agustín.
- San Nicolás Tolentino.
- San Judas Tadeo.
- Santos Vicente Ferrer y Procopio de Sázava.
- El caballero Bruncvík.
- San Francisco de Asís con dos ángeles.
- San Antonio de Padua.
- Santa Ludmila.
- Santos Norberto, Wenceslao y Segismundo.
- San Francisco de Borja.
- San Juan Bautista.
- San Cristóbal.
- Santos Cirilo y Metodio.
- San Francisco Javier.
- Santa Ana.
- San José.
- Crucifixión.



















